Desde hace varios años Elias Crespin organiza puntos, líneas y planos en el espacio. En estado inerte, sus esculturas suspendidas ofrecen al espectador tantas formas como puntos de vista existen en el ambiente en que son presentadas. Controladas por computadora, éstas se reorganizan cuando las formas iniciales que las componen se animan de forma independiente y simultánea. Elias recuerda el tiempo que pasó en el taller de su abuela, la artista cinética venezolana Gego, así como el día en que, viendo un cubo virtual de Jesús Rafael Soto, se dijo: «sería bueno si se pudiera mover». Y no fue sino hasta varios años más tarde que este ingeniero informático de formación escribió los primeros algoritmos que literalmente darían vida a sus esculturas. La luz también es un componente escencial en el trabajo de Elias Crespin pues le permite al espectador observar tanto la obra como la sombra que proyecta. De esta manera, en el espacio del plano que constituye el soporte mural, la reorganización de rectas y curvas evoca tanto los dibujos perspectivos de los humanistas del Renacimiento como las mallas poligonales generadas por las máquinas de nuestro tiempo. Y cuando pasa de una estética filiar a una laminar es más bien para jugar con los colores y transparencias de los materiales de color que suspende en el espacio. Él mismo ha diseñado sus programas de computación como el pintor que crea sus propios pigmentos, y le gusta decir que «pinta en el espacio». Por último, el movimiento en su obra simboliza también lo natural, lo vivo. Ya sean varillas de acero o láminas de plexiglas, cuado se animan, representen unas veces una ola, otras una oruga. Abstractos en estado inerte, cuando los móviles numéricamente controlados de Elias Crespin se activan, pasan a ser soporte de nuestro imaginario. Proyectamos en ellos tanto las formas de nuestros deseos como las de nuestros miedos. Sin embargo, debemos reconocer que la lentitud de los movimentos, a veces al límite de lo perceptible, apacigua a los visitantes. Las obras de Elias Crespin incitan a la meditación cuando la mirada se concentra tanto en las partes como en el todo, sin limitarse a ninguna representación en particular, cuando el sentido de la vista parece escapar al control del pensamiento y uno se deja ir. O cuando la experiencia hipnótica forma parte de la experiencia estética. Dominique Moulon, La experiencia hipnótica, abril 2010 Association Ars Longa 104 rue d’Aubervilliers 75019 París, Francia www.arslonga.fr